Lo que hoy consideramos el centro de Madrid, no hace tanto tiempo eran los arrabales, las afueras de la ciudad: lo que se encontraba “más allá de las murallas” cuando la cerca de Madrid llegaba hasta Alonso Martínez, la Glorieta de Bilbao y la calle Alberto Aguilera. Nos referimos, por ejemplo, al barrio de Trafalgar, en el distrito de Chamberí, que tiene su centro en la Plaza de Olavide.
La historia de la plaza es bastante curiosa. A comienzos del siglo XX ya estaba urbanizada, con una fuente en el centro que en tiempos de la República fue sustituida por un Mercado Municipal, obra del arquitecto Francisco Javier Ferrero, encargado también de otros mercados municipales en Madrid. Sin embargo, en 1974 el mercado fue volado para construir un parking subterráneo y una plaza nueva, que se reformó en 1998 y se volvió a remodelar en 1999 por las protestas de los vecinos, que demandaban una plaza “como las de siempre”: con zonas de juegos para los niños, árboles que dieran sombra y bancos para sentarse. En los últimos años se han hecho algunos cambios para peatonalizar las calles, porque esta zona cada vez más es un barrio residencial y céntrico, hoy en día lleno de terrazas y de gente.
Muy cerca de la Plaza de Olavide, en una comunidad de vecinos de la calle Gonzalo de Córdoba, trabaja Jose Luis como conserje de ese edificio. Ataviado con guantes y mascarilla para protegerse durante estos días de confinamiento por el coronavirus, nos cuenta que lleva dos años trabajando aquí y que está muy contento.
Con experiencia en mantenimiento de edificios y jardinería, aquí las tareas son tanto de limpieza como de control de quién entra al edificio. “Por la mañana, limpieza y desinfección, me tiro todo el día subiendo y bajando escaleras para dejarlo todo limpio. Por la tarde, suele ser más control de la portería”, nos cuenta. Estos días hay poco movimiento porque las oficinas y consultas de las primeras plantas están cerradas, y los vecinos confinados en sus casas. “Hay unos 25 vecinos viviendo estos días aquí, la mayoría parejas jóvenes”, confirma Jose Luis. La tranquilidad es aparente, porque sí que están funcionando mucho la mensajería y la comida a domicilio. “Por la tarde vienen mucho a traer comida. Hoy ya han pasado varios, ¡se ve que como como son gente joven los vecinos, no cocinan mucho!”, cuenta entre risas. Otra de sus tareas estos días es tener desinfectadas las zonas comunes: ascensores, rellanos… y limpiar bien pomos y pasamanos. “Con tanta gente entrando que vienen de repartir en veinte mil sitios, ¡no me puedo descuidar!”.
Lo cierto es que los datos confirman que el comercio online y las apps de comida a domicilio han visto aumentar sus cifras estas semanas de confinamiento hasta en un 180%, teniendo muchos supermercados que anular los envíos a domicilio porque estaban colapsados.
José Luis está en la portería de lunes a viernes, aunque los fines de semana también está disponible para cubrir cualquier emergencia que pueda surgir. Cuenta que algún sábado ha tenido que estar pendiente por una puerta del garaje que no funcionaba bien, o por una avería que hubo del Canal de Isabel II. Incluso, que a comienzos del confinamiento hubo un problema eléctrico y que estuvieron sin telefonillos durante una semana, hasta que abrieron las tiendas de productos eléctricos y pudieron comprar la pieza de recambio, pero que son situaciones anecdóticas y puntuales. “Me gusta ser autosuficiente y que las cosas funcionen”, contesta convencido a la pregunta de qué le gusta más de su trabajo.
Cuenta también que le encanta hacer senderismo por la montaña, que en cuanto pueda, intentará irse a la sierra. De momento, y a la espera de la normalidad, compagina su trabajo con atender a su madre, que tiene 85 años y con la que ha estado hablando hace un rato. “A mi madre voy a verla siempre que puedo (…) las personas mayores aparte de no salir también se agobian, son muchos años, están solos…”, cuenta como justificándose. Lo cierto es que según los últimos datos del INE, en España más de dos millones de personas mayores de 65 años viven solas, además de que están siendo la población de riesgo que más víctimas se está llevando por el coronavirus, con más de 15.000 personas fallecidas en esa franja de edad.
Los conserjes de las comunidades de vecinos y de los edificios de oficinas juegan un papel discreto y silencioso, pero fundamental, sobre todo durante estos días. Nunca antes, atender a los vecinos, mantener y cuidar los edificios tuvo tanta importancia.
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